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 Rescantando al comerciante [Misión rango C]

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MensajeTema: Rescantando al comerciante [Misión rango C]   Rescantando al comerciante [Misión rango C] EmptyMar Feb 24, 2015 9:24 am

Lluvia a raudales, humedad, truenos, un territorio peculiar para sentarse un tiempo y para una de las grandes aldeas. Con el pasar de los años apsaba de vivir en lugares cómodos a simples cabañas en mitad del terreno cerca de los edificios que formaban la aldea, sin mucho lujo ni cuidados, simplemente viendo pasar el tiempo en este lugar. La rutina nos hace humanos y como tal, todas las mañanas salía del refugio para dar un tranquilo paseo en vista de observar qué acontecía a este aglutinamiento de gente y sus herramientas llamadas ninjas, de las cuales yo "formaba" parte o aparentaba hasta el momento. Realmente este sitio no tenía grandes lugares que observar, la zona del kage donde había muchas de estas herramientas fluyendo constantemente, el cementerio, cubierto por niebla más espesa que el resto del territorio, aunque lloviera a cántaros, algo peculiar y entre otros lugares, cuya importancia es efímera o ínfima, el mercado, lugar de reunión de los mercaderes y aldeanos que buscan alimentos para sobrevivir en su "hogar". Sin embargo, hoy acontecía algo peculiar, había un ambiente calmado y demasiada gente observando hacia el mismo lugar, una tienducha de alimentos cualquiera. 

Mis pasos rompían la calma con ruidosos chapoteos del agua mientras me acercaba al lugar de los acontecimientos. A medida que avanzaba iba apartando a la gente para pasar hasta posicionarme, como si de un negociador frente a un atracador pareciera, frente al lugar, rodeado de la muchedumbre temerosa y nerviosa a mi alrededor. Según se veía no eran los únicos nerviosos, pues tras mi aparición las amenazas salían del local. ¡No te acerques, mataremos al comerciante si te acercas, queremos ve venga el jefe de la aldea! Su confianza de un trato de sólo una dirección y beneficio les daba el valor como para gritar al viento sus intenciones, sin pensar siquiera que era un aldea con gente más que capacitada para matarlos. Exigencias de gente ilusa. Cerrando los ojos no podía imaginarme otra cosa más que a esas personas bajo suelo. Lo único que llegaréis a ver es la muerte... Como una contramenaza, sin pausas, sin alzar la voz, con el ruido del agua y a distancia, simplemente, di media vuelta, apartando a la gente para pasar. ¿Ganaré algo con esto? Una pregunta para uno mismo, sin respuesta alguna y con confirmación inmediata. Como si de una pluma se tratase, de un leve impulso ascendí en el aire para llegar a los tejados cercanos al comercio, que no era un simple toldo, si no un local que era una casa con parte de tienda. Una vez allí, parte de mi cuerpo empezó a deshacerse, a desmoronarse como una roca atacada por una explosión, en pequeños trozos de papel controlados por mí, como si de magia se tratase. Al mismo tiempo, cerraba los ojos para usar el sexto sentido que me había concedido mi propia persona tras duro trabajo y noches heladoras con peligros constantes. Tal como un radar encuentra objetos próximos, mi persona era capaz de detectar la presencia y posición de quien le diera la gana. Encontrados en la tienda se hallaban cuatro personas, una en la parte frontal, gritando y amenazando, apuntando con algo, otro en la parte posterior, vigilando la retaguardia y un tercero junto a un cuarto, uno detrás de otro, muy juntos, era extraño, aunque haciendo suposiciones, uno de los enemigos tenia amarrado por la espalda al propio comerciante. Encontradas las posiciones, era hora de actuar. Una pequeña cantidad de hojas, dobladas de forma que pareciesen hojas de árboles reales y no sólo eso, sino también de un color marchito, como hojas de otoño. Una tras otras caían para llamar la atención de uno de los enemigos de forma silenciosa mientras mi cuerpo presente estaba encima del mismo. El personaje al fin se dio cuenta y, como valiente ignorante se acercó a una de las susodichas hojas para cogerla y observarla. Para entonces, el resto, como un rayo, se desdoblaron y taparon la boca, nariz y ojos y apretaron la garganta para evitar las vibraciones que producen el ruido con el que hablamos y así evitar que los otros dos sospechasen de algo. Al momento del ataque, instintivamente se agarró el cuello mientras yo le cogía de los brazos y tiraba de él para que se ahogase en las alturas, sin producir ruido al caerse. Uno menos. Sólo quedaban dos, uno perfectamente colocado para noquearle o asesinarle por la espalda,algo que se debía aprovechar. Bajando sin siquiera tocar el suelo, flotando levemente a ras del suelo, me aproximé al enemigo número dos, únicamente catalogados como números a falta de información acerca de procedencia y no iba a tomarme el tiempo de preguntarles sus nombres y direcciones, eso lo haría un simple novato. Sin preocuparme demasiado por los cortes superficiales que pudiera ocasionar un arma filosa como lo es un kunai sobre el cuello del comerciante en un forcejeo, agarré la boca del sujeto número dos por la boca y por la cabeza, provocando ruidos que alertaron al tercer sujeto. Ese tercero, apuntando con simples shuriken literalmente estaba sudando, sabía que de esta no saldría, sobre todo cuando según se giró, se pudo escuchar un fuerte crujido originado en el cuello de su compañero. Con una simple técnica militar típica, un movimiento rápido, el segundo sujeto prácticamente me miraba a mí sin girarse. Tanto el tercero como el comerciante se quedaron paralizados, hasta que el último y ahora solitario enemigo lanzó unos shuriken hacia mí, el cuerpo de su compañero y el comerciante, al que tuve que patear en las piernas para que las armas se incrustaran cerca de la sien del cadáver y no en él. Patético. Dichas palabras iban tanto para el comerciante paralizado como para ese tío que hizo uso de una técnica que yo ya conocía, para intentar escapar, la cual no sirvió de nada, simplemente, salí despacio, fuera de la tienda buscando el movimiento del cobarde en forma de agua hasta que sin más lo localicé, intentado huir tras la multitud. No me importaba dejarlo escapar sin más, pero había tocado la moral a los aldeanos que lo único que hacen es sobrevivir acogidos por quienes deciden cuidarlos, como es el caso de una aldea y su líder. Tras localizarlo, caminé en su dirección tranquilamente mientras con las manos indicaba a la muchedumbre que se apartara. La gente comenzó a apartarse y a mi alrededor se formaron diez simples shuriken de papel, simples y filosas, que comenzaron a girar sobre su propio eje, creando potentes sierras que emitían el ruido característico de cortar el aire en el giro, junto al agua que era repelido por las mismas dada la velocidad de giro. Ahora la rata, cobarde hasta el momento, se encontraba alejándose lentamente a unos diez metros de mi posición, si sospechar nada de mi ofensiva, dado que no había emitido ruido alguno o audible hasta el momento desde que salí de la tienda. Un chasquido de dedos es lo único que se escuchó antes de que el mismo silencio se viera interrumpido por los gritos de un pobre desgraciado al que diez sierras le atravesaban lentamente de atrás hacia adelante, sufriendo cada movimiento de las mismas hasta que de un momento a otro, estas dejaron de girar, empapadas en sangre y ya inútiles, a la vez que volvió el silencio. 

Fuera lo que fuese que querían o hacían, fueran quienes fueran, la amenaza para unos simples ciudadanos desapareció en menos de diez minutos por un simple hombre que pasaba por allí, sin importar quien fuera o de donde viniera el mismo. Desde ojos ajenos parecía una obra de altruismo, mas no es la ocasión, pues todo se hace por beneficio propio y esta no era una excepción. El motivo quedaría oculto hasta más adelante. Sin más, proseguí por mi camino matutino rodeando la aldea, sin importarme quién recogiera los cuerpos ni quién hiciera la limpieza, más ésta ya estaba resuelta, la lluvia lo haría.
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