Susano
Hokage
Ryous : 2000R Mensajes : 124 Fecha de inscripción : 10/01/2015
| Tema: El Recadero del Mercader Mar Feb 24, 2015 10:15 am | |
| Ya era la tercera ocasión en la que se metía en líos de aquella envergadura. Era la tercera taberna que le demandaba por meterse con sus clientes, y es que cada vez que lo hacia el lugar quedaba bastante dañado. ¿No podía iniciar peleas aquí y allá de forma libre? Al parecer no todos seguían ese pensamiento. No comprenderían la intensidad de una batalla, la adrenalina al desenvainar una espada o la emoción con el choche de dos o más de estas. En definitiva, el consejo lo castigo por sus acciones, restringiéndole el movimiento en la villa y obligándole a realizar tareas “comunitarias”.- Tsk, menuda mierda…-Dijo, mientras pateaba el primer basurero que se cruzaba en el camino, sosteniendo en su diestra un papel que resumía los detalles de su trabajo y la zurda internada en su bolsillo.- Agh bueno, no debería ser tan difícil.- Se decidió al final, haciendo una bola arrugada del papel y tirándolo tras él, mientras ponía rumbo al establecimiento al que tenía que presentarse.
Viejo, ¿Hay alguien aquí?- Preguntó, mientras, casi de una patada, entraba al pequeño local. Aquella minúscula habitación debía fungir como almacén, pues no era lo suficientemente espaciosa para tener a clientes moviéndose libremente en su interior. El peli-azul imaginó, que el escaparate y mostrador estarían al frente, prácticamente en la calle, mientras usaba aquel lugar para resguardar todas las mercancías.- Si, pasa, aún no he terminado de arreglar esto.- Enfrascado en lo que pronto sería un estante, se encontraba un señor ya avanzado en edad, con varias herramientas atadas a la cintura y listones de madera repartidos por el suelo. Sin girarse siguió martillando la madera que tenía entre manos, colocándola sobre el estante y formando de esa forma una nueva sección en la que podría apoyar sus bienes. Un par de toques más con la potente herramienta afianzaban la estabilidad del mueble. El anciano se irguió, no levantaba más de metro y medio del suelo, y contempló satisfecho su obra.- ¿Tú serás quien me ayude?- Preguntó dirigiéndose a Fenris, quien se cruzó de brazos, igual que de piernas, apoyándose en el marco de la puerta y dirigiendo una mirada de repugnancia hacia la recién fabricada estantería.- Yo no construyo. Destruyo.- Contestó simplemente, pensando que si aquella iba a ser su tarea, ya estaba tardando en dar media vuelta y marcharse del lugar…
El anciano, sonriente, le entregó un papel donde había plasmada una dirección.- Entonces ocúpate de esto.- Había sacado la hoja del bolsillo trasero de un viejo y raído pantalón, parecía que usaba aquella prenda para todos los trabajos duros, pues la mugre y la suciedad se veían a leguas colgar de ella.- ¿De qué se trata?- Preguntó escéptico el celeste, quien no entendía tanta alegría en algo tan viejo. Desde que hubo entrado al local, no había visto que el anciano borrase aquella molesta sonrisa de su rostro.- Tengo el local para vender. Pero no tengo el permiso para vender. Ya concerté una cita para pedirlo, pero como puedes ver…- Abarcó con unos flácidos brazos la pequeña sala, donde habían regados por el suelo más herramientas y madera.- Aun me queda trabajo que hacer. Solo tienes que ir a esa dirección, tomar el documento que te darán y asegurarte de que esta firmado.- De inmediato Fenris salió de aquel lugar, cuanto antes acabara, mejor, por lo que apenas un minuto bastó para que llegase al lugar del destino.
Listo, ¿algo más?- Una decena de minutos después, el celeste estaba devuelta al establecimiento.- ¿Por qué estas manchado de sangre?- Los nudillos del shinobi dejaban gotear aquel liquido.- Digamos que hubo que darle un incentivo para que firmara.- Contestó simplemente, con una sonrisa pícara en el rostro. El resto de la tarde el peli-azul lo paso cargando grandes cantidades de tela de un lado a otro. A cada viaje que daba notaba como el local iba tomando forma, y se sorprendió de lo rápido que trabajaba el anciano para la edad que tenía. Pronto los estantes fueron llenándose poco a poco. Cortinas. Sabanas. Grandes rollos de telas empezaban a adornar el lugar, y el viejo se veía cada vez más feliz. Hacia comentarios sobre la calidad de las telas de vez en vez, a lo que el shinobi contestaba con sarcasmos, pues ignoraba de lo que el viejo hablaba, pero aquello no hacía más que provocar risas en el anciano.- Bueno ya debo irme…- Y sin esperar respuestas, Fenris se marchó una vez el local estuvo terminado, los contratos firmados, y las telas listas para ser vendidas… |
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