Después de alejarme a toda velocidad de la oficina del kazekage me dirigí rumbo a mi pequeño hogar cerca del centro de la aldea, estaba emocionado y ansioso de cumplir con la misión, pues parecía bastante interesante y peligrosa a comparación de otras. En mi hogar tome solo lo más básico para sobrevivir sin mayor dificultad en el desierto pues no sería un viaje corto del cual pudiera regresar por si olvidaba algo. Aceite, madera, fósforos, agua, repelente de insectos… todo lo que hiciera el viaje mas cómodo me parecía necesario pues no tendría caso llegar exhausto justo donde la misión comienza. Metí todo dentro de una mochila, mientras empacaba, de la sombra donde mis pies reposaban se transformo en un perro fornido y de un tamaño considerable (como un dálmata pero mas fornido), a este le cargue el resto de las cosas en la espalda con otra mochila y partimos rumbo a la entrada de la aldea, al salir por esta todos los guardias se encontraban en posición y atentos a cada movimiento que hacía, justo como debía ser.
Partí directo al lugar en que se me había encomendado, pensé que sería un poco más cercano pero claro que una zona evacuada con un grado tan alto de riesgo no podía estar al alcance de curiosos. 50 kilómetros era una distancia que hace bastante tiempo no recorría sin descanso pero aun así no supuse que me costaría un mayor esfuerzo. Sentía el intenso calor de la arena del desierto hiriendo mis pies a través de mi calzado más la leve fricción que mis movimientos generaban hacía un infierno caminar por el enorme desierto. Pasadas ya unas cuantas horas desde que había salido de la aldea la misma se había escondido entre las dunas de arena, gracias a la enrome distancia recorrida, por lo que al girar la cabeza hacía atrás parecía que solo era un desierto infinito, un mar de arena que se extendía mas allá de donde mis ojos eran capaces de ver, aún así no todo estaba completamente enterrado, a lo lejos se podía apreciar la figura de rocas enormes, rocas que incluso alcanzaban ,en cuanto a altura, el lugar donde se encontraba el kazekage.
Unas cuantas horas más tarde el sol descendía ocultándose en las dunas como si se tratase de el telón de una función cerrándose lentamente, como ciudadano de suna soy testigo de el impetuoso clima que reina el desierto en sus noches mas oscuras, tormentas de arena que devastan todo a su paso, criaturas enormes que intentan devorar todo aquello que se mueva y la completa oscuridad que ínsita a la demencia pues en el silencio del desierto hasta el ruido entre el choque de los granos de arena se asimilan al danzar de una serpiente venenosa. Cuando la oscuridad cubrió por completo la vista yo me refugie en una cueva pequeña que encontré por mera casualidad, encendí una antorcha y me dispuse a admirar el cielo que me rodeaba, estaba completamente lleno de estrellas brillantes, pequeñas, enormes, había incluso de distintos tonos. Era una vista maravillosa, aunque claro no duro tanto como deseaba pues al poco rato mientras comenzaba a quedarme dormido el suelo comenzó a estremecerse y temblar bajo mi cuerpo.
A unos poco metros de mí, emergiendo desde la arena como si siempre hubiera estado ahí, un enorme ciempiés del desierto pareció de forma inesperada arremetiendo a la cueva causando que el una parte del techo cayera en pequeñas piedras sobre mi improvisado “campamento” -No, hoy no es tu día tremenda peste…- dije mientras veía el movimiento gracioso de todas sus patas en un compas distinto –pero por lo que se tú eres comestible….- Dicho esto me moví rápidamente a la oscuridad del desierto, lejos del fuego acogedor y mande a mi sombra como señuelo a atacar aun en la forma de perro, mientras este mordía el estomago y recibía los ataques del ciempiés con un veloz movimiento rodee al cien pies dando un salto a su cabeza golpeándolo en lo que parecía su nuca, dejando a mis espadas ocultas salir por encima de mis nudillos penetrando en el cráneo y eventualmente el cerebro de la enorme bestia, dando fin a los días de esta –Bueno, eso fue sorprendentemente fácil a decir verdad- dije con un tono de insatisfacción por tan corta acción –Claro que lo fue, era un insecto al final de cuentas..- dijo una voz gruesa que claramente reconocía. –No seas tan molesto…- le respondí en un tono seco y cansado a la vez que desmaterializaba a mi sombra para descansar un poco, mañana sería un nuevo gran día de cualquier manera.
De las dunas el sol se asomaba poco a poco hasta lograr iluminar mi rostro, mi cuerpo se encontraba rendido en la piedra y arena debajo de mi y a duras penas me levante para alistar todo para partir nuevamente a mi destino inicial. No me tomo mas de 20 minutos tener todo listo y rebanar la carne de ciempiés para comer botanas de carne seca durante el viaje, una vez materializada y cargada mi sombra partimos hacía el lugar donde se encontraban los documentos que el kazekage me había solicitado. Nuevamente el calor del sol quemaba mis pies, pero esta vez por una cantidad de tiempo mucho menor pues mi destino ya estaba cerca, no más un par de horas desde mi posición actual. Cuando me encontraba cerca de la zona señalada me pareció que había olvidado algo importante… ¿Donde estaba aquella ciudad? Solo se veían los mismo kilómetros y kilómetros de arena que han estado ahí desde siempre, si no fuera por el reflejo del sol en una estructura de metal en el suelo hubiera pasado horas en el desierto tratando de encontrar una ciudad perdida… me sentía bastante tonto por olvidar el hecho de lo que “subterránea” me indicaba –Bueno, supongo que hay que bajar- dije mientras abría las puertas de metal de lo que parecía un sótano en medio de la nada.
En el momento en el que abrí las puertas una onda de hedor caliente me azotó justo en la cara dejándome el sabor horripilante y traumático de sangre contaminada y cuerpos descompuestos, era bastante notorio que esa puerta no había sido abierta en bastante tiempo. Deje salir un poco el horripilante olor que llenaba el pasillo donde las escaleras llevaban a la entrada de la ciudad para poder bajar sin vomitar. Cuando llegue a la puerta principal bajando las escaleras, una enorme puerta de metal de a menos 3 metros de alto y 4 de ancho que solo se podía abrir por el exterior, me llego la mas lógica cuestión en ese momento ¿Cómo saldría después de obtener todos los documentos sin arriesgar la huida de algún infectado? Bueno, yo encontraría la forma, lo primordial era mantener la zona alejada del exterior a toda costa así que recién pase la enorme puerta la cerré rápidamente para que nada pudiera escapar, nada o nadie…. No fue difícil ver a los infectados, estaban por todos lados, parecía un enorme hormiguero de personas, personas que en verdad eran monstruos, monstruos que devoran la carne por mero placer, monstruos que corrían hacía mí por hordas al oír el ruido de la puerta cerrarse.
Gemidos y gruñidos no era lo único que se podía escuchar en ese lugar, el sonido de los huesos rompiéndose al arrollarse los unos a los otros en su frenética estampida rompían completamente el esquema de un lugar abandonado, era como escuchar reventar palomitas. –¿Te sientes capaz, inútil?- esa maldita molestándome de nuevo, pero en esta ocasión tenía razón jamás podría derrotar a esa cantidad de enemigos son ser mordido por lo que la opción a escoger era fácil, ir a donde ellos no pueden. Con un giro rápido de 180° comencé a correr a toda velocidad contra la puerta acumulando chakra en mis pies y trepando en esta de forma vertical, mi sombra simplemente subió a mi pecho y no hizo más que ser un peso extra. Mientras corría mirando al techo logre ver una serie de tubos que subían por lo que parecía un ducto enorme –¿Para qué necesitan un ducto de ese tamaño para solo cables?- Me pregunte a mí mismo mientras daba un salto para sujetarme del borde del ducto. Hecho esto mi sombra simplemente me uso como escalera y trepo por mis brazos para subir, después yo mismo subí haciendo una plancha.
El interior era algo que nunca imaginé, una recamara repleta de lujos, tapizada, con sillones de cuero, pinturas, estatuas de mármol, era simplemente demasiado cómodo. Pero aun dentro de todo ese lujo se podía escuchar los característicos gemidos de esas bestias, solo que esta vez era un número que podía controlar sin problemas. De una patada destroce una escultura para que aquellos seres se mostraran, y así fue, cuatro de esos bastardos no eran ningún problema por lo que me lancé al ataque y con movimientos rápido y certeros escuché el sonido de sus cabezas aterrizar en la delicada alfombra. Su sangre coagulada no se derramaba simplemente se posaba sobre la superficie como gelatina al caer, asqueroso simplemente. Investigando un poco mas descubrí de que iba este lugar, al parecer un exiliado millonario pago al mismo gobierno, a espaldas del kazekage, para ocultarse a plena vista en un proyecto del mismo, también descubrí algo que dejo en declive mi buen humor, el malparido quemó cada documento de la librería cuando todo se desato, después se suicidó y reencarno en una bestia, que yo mismo me encargue de castigar, una increíble pérdida de tiempo.
Dentro de los mismos documentos donde encontré la evidencia de la incineración de la biblioteca, estaban los planos de la mansión y sus vías de escape en caso de emergencia, aunque claramente una enfermedad contagiosa no supuso una emergencia para este genio. Siguiendo los planos seguí una pasillo que se extendía por kilómetros, el cual me llevo todo un día cruzar. Al salir del túnel era de madrugada aún, lo cual agradecía mucho pues el sol y el brillo del desierto no me dejaría ciego como cada mañana al despertar, a lo lejos podía ver la aldea de la arena, no claramente, pero esa estructura era inconfundible para cualquier habitante, no me faltaba mas de medio día de viaje. Con mi sombra detrás corrí tan rápido como pude a la aldea hasta que podía verla claramente, y con ello lo que ocurría. Una horripilante escena de destrucción masiva de podía preciar desde fuera de la muralla, un extraño diluvio sobre la aldea además de los cuellos de esas bestias enormes que arrasaban con la ciudad. En primera instancia pensé en seguir corriendo y tratar de salvar la aldea pero mi sombra me detuvo -¿Qué es lo que quieres rescatar? Crees que en la aldea no hay ya shinobis que pueden hacer lo que tú intentas? Solo terminaras muerto, lárgate-. Sentí un escalofrío en la espalda al escuchar a mi sombra decir esas palabras, no quería dejar la aldea, pero me debo más a mi compañero que a mi aldea por lo que seguí su consejo y me aleje hacia la aldea más cercana desde mi posición.