Era un día tranquilo, aun que tenia un toque siniestro he inesperado por las nubes negras que asaltaban de una manera completamente anormal la comúnmente soleada aldea aun que por algún motivo tenia la impresión de que mas días de este tipo se avecinaban y con eso un escalofrió me recorrió el cuerpo, deben ser imaginaciones mías o al menos eso espero, decidí vaciar esos pensamientos de mi mente, hoy tenia una misión y pensaba cumplir con ella, luego de eso podria llenar con pensamientos de futuros fúnebres mi cabeza pero por el momento debería evitar dichos siniestros pensamientos para concentrar mi atención en la misión que se me dio para proteger a un mero ladrón, al cual estaban apunto de acribillar cosa con la que estaba completamente de acuerdo pero no era algo en lo que yo tuviera poder de decisión, mis ordenes eran evitar que lo mataran a golpes y llevarlo a la justicia.

Me encontraba caminando por las calles de la aldea cuando ahí lo vi, huyendo con desesperación de los aldeanos que parecían una turba enfurecía de esas historias que a veces leía en la biblioteca de la aldea solo que esta vez habia un cambio, el inocente que perseguían era en realidad culpable y los victimarios intolerantes eran por al contrario victimas cansadas de el abuso de tipos como el, por meros instantes me vi en la tentación de dejarlo a su suerte pero ordenes en este caso eran ordenes, puse mis manos en el suelo y envié mi arena creando un escudo de arena de oro, este le haría daría suficiente protección hasta que yo llegara a al lugar, corriendo desde los techos de las casas me encontraba, tratando de llegar lo mas rápido posible al lugar del hecho, no podía permitir que otro llegara y le hiciera daño.

-Deténganse en este mismo momento aldeanos, tengo ordenes de llevarme a este hombre-dije calmadamente, pero al parecer ser hicieron los sordos y continuaron lo que me hizo saltar tratando de quedar en medio de el hombre que estaba siendo protegido a duras penas por mi polvo dorado y los que lo estaban persiguiendo cosa que logre y pude observar con mis propios ojos el hecho de que me tiraban piedras a mi también, todas estas eran detenidas a causa de el escudo que me protegía esto me estaba empezando a enojar y las cosas se iban a poner feas si seguían así de molestos los aldeanos.

Solo un sello fue necesario para que la lluvia dorada cayera sobre los aldeanos y estos empezaran a mostrar cierto pavor hacia mi persona.

-Saben, se me ordeno llevar a este hombre a la justicia por todos los medios necesarios y a mi siendo sinceros me importa muy poco su indignación, pero si se atreven a volver a interferir los mato aquí y ahora -dije diciendo mitad mentira y mitad verdad, pero esos aldeanos no lo sabían e iba a utilizar eso a mi favor.

Lineas: