23 de enero - 7:23 am
La entrada.

Las colinas fueron bañadas entre la luz y calidez que el sol proveía. No tardó mucho para que las sombras de la noche fueran disipadas por completo, haciendo presencia el astro rey en el cielo. Pocas nubes asechaban esa mañana, incluso, se podía deslumbrar un precioso color azul dibujado como en un lienzo.
Todo apuntaba a ser un dia como cualquier otro. Sin embargo, una serie de sucesos desafortunados estaba apunto de azotar a la hasta ahora pacifica aldea oculta entre las nubes. Abandonamos la espesura del bosque aledaño, para adentrarnos en un pequeño camino. Un sendero cuesta arriba que llevaba directamente hacia el interior de la aldea, por ende, nuestro objetivo.
Nuestro paso se mantuvo constante, con apenas cinco escasos pasos de diferencia. Habia tomado nuevamente la apariencia física del hokage; Shiva. Pocos transeúntes se podían observar, casi ninguno mejor dicho, pues se trataba de una mañana de domingo.

Un sonido de metal quebrando el suelo alerta a los guardias. A la lejanía, pueden observar dos figuras acercándose al interior de la aldea. Kumogakure se caracterizaba por ser una aldea bastante pacifica y abierta a quien desee ingresar a sus instalaciones. Sin embargo, esta visita no era casual. Arrastraba mi guadaña color hueso, de modo que la punta afilada quebrantara al tierra, dejando una marca lineal por cada paso que daba. Los Shinobis advirtieron que se trataban de ninjas de la hoja. *Comencemos la diversión.* Pensé. Quise dar el primer paso, por lo que dirigí la guadaña con fuerza hacia el frente, la grieta causada comenzó a expandirse, provocando pequeños temblores y rocas disparadas. Todos se mantuvieron alerta, sin duda se trataba de una advertencia. La grieta fue tal; que llego hasta la muralla, quebrandola en varios segmentos. Los shinobis ahí ubicados tuvieron que saltar para abandonar la estructura.

Comencé a correr en zigzag. Varios Kunais desfilaban alrededor de mi, sin embargo ninguno con éxito.  Noro permaneció quieto, sabia que el acto de apertura era todo mio. La velocidad aumento al ritmo en el cual le suministraba chakra a mis pies, dejando mis huellas marcadas en la roca maciza.  Advertí la presencia de veinte guardias. Los primeros cuatro intentaron dar frente a su opresor, utilizando tecnicas elementales de fuego. Fue sumamente sencillo utilizar la velocidad para hacer acto de presencia por sus espaldas. Solo un desliz de mi guadaña basto para que las primeras cuatro cabezas rodaran cuesta abajo.

La furia hizo su presencia. Otros 8 shinobis guardianes comenzaron a ejecutar sellos de manos, pero, si quiera antes de terminar, ramas puntiagudas perforaron sus cuerpos, empalandolos en el acto. Los restantes, se abalanzaron sobre mi. Tecnicas taijutsu fueron utilizadas para intentar detener mi marcha. Todas fueron bloqueadas con la ayuda de mi guadaña. Uno de ellos, bastante astuto, aprovecho el punto muerto para intentar clavar un puñal por mi costado,pero solo un chasqueo basto para que mi propio puñal extendible ganara la partida. Por otro lado, hice frente a dos espadachines. Los destellos de chispa provocado por el impacto entre ambos metales eran visibles incluso ante la luz del sol.  El primero de ellos no se percato de una pequeña sorpresa, Ramas espinosas lo tomaron por el cuello, clavandose en la piel, y desgarrandola por completo. Estupefacto, el shinobi restante uso su utlimo aliento de valentia para abalanzarse en un ataque fulminante con su sable. *Patético.* Susurré. Desvie su tecnica en un desliz de mi arma, y finalmente, la guadaña se extendio, viéndose el sujeto abrazado entre la guaya y la hoz afilada. - El perdon de tu vida a cambio de un mensaje. Dile a tu lider, que la hoja ha llegado para declarar la guerra a esta nación.- Digo a su oído. Tomo el mango y con fuerza medica arrojé su cuerpo hacia las puertas, ahora quebradas. él corrio dentro. Realice una nueva secuencia de sellos mientras daba unos pasos victoriosos, atravesando cada rio de sangre y cadaveres. Aplaste con mis pies algunos miembros, y no desaproveche la oportunidad de patear alguna que otra cabeza. Un estrepitoso rugido alerto a todos los residentes en la aldea, una criatura de tamaño colosal, se encargo de terminar de profanar las puertas con sus enormes puños. Gritando en furia victoriosa y golpeando su pecho deseoso de acción.

Este domingo no seria el mismo para os habitantes de la aldea de la nube.  Pues esta mañana no era como cualquier otra. El banquete sangriento apenas daba inicio.