El frío descomunal continuaba aumentando conforme el grupo iba descendiendo, las grises escaleras de piedra se extendían por metros y más metros hacia abajo, hundidas en la obscuridad, las sombras eran tan negras que no podía verse nada más allá de la zona que iluminaba las antorchas que sus acompañantes llevaban. Sus acompañantes resultaban ser dos enmascarados, ambos llevaban mascaras diferentes y a su vez, ambas eran diferentes a la del que había presenciado en la mañana de ese día. Ambos sujetos se encontraban esperándome en la entrada al fuerte del Hokage, su propósito era llevarme ahí donde la misión que el Hokage me había encomendado se llevaría a cabo. Mis músculos se contrajeron y por un momento sentí un pequeño temblor proveniente de los dedos, conforme más profundidad alcanzábamos, más incómodo me sentía y no era el único, Samehada solía quedarse callada, mas sin embargo había estado gruñendo desde hace un buen rato y mis escoltas le clavaban la mirada de vez en cuando por eso. Mis escoltas no decían nada que no fuera necesario y por lo tanto en su mayoría del tiempo permanecían en silencio, mas sin embargo respondían a cualquiera de mis preguntas, pero el silencio había reinado desde hace ya un rato, desde que habían abandonado los pasillos, el aire fresco y la luz, por la humedad, el frío y la obscuridad. Tomo unos cuantos minutos para que uno de los enmascarados avisara que ya faltaba medio camino e hicieron falta treinta más para que avisaran la finalización del recorrido, frente a mí se extendía una gigantesca puerta. Toda clase de grabados se extendían por su superficie y en el centro se detallaban formas y esculturas representativas de la batalla en contra de una especia de monstruo. -Hasta aquí te acompañamos, debes entrar solo.- Le sostuve la mirada por un segundo a los enmascarados y me volví a enfrente para continuar con el camino, la puerta comenzó a abrirse de forma automática como sí se tratase de algún mecanismo, al quedar totalmente abierta comencé a adentrarme, la habitación estaba en plena obscuridad, mis pasos continuaban concisos hacia adelante. Pasaron unos segundos antes de que la primera antorcha se encendiera, el fuego se había alzado furioso en colores jade, una figura encapuchada dejo asomarse, posado a un lado de la gran antorcha, las llamas de la antorcha permanecieron encendidas y una a una comenzaron a encenderse más antorchas, revelando a un nuevo encapuchado con cada una. Ocho antorchas se habían encendido, posicionadas una después de otra formando un circulo simétrico, a lado de cada una se encontraba un personaje encapuchado, los ocho llevaban las mismas túcnicas color carmesí con extraños símbolos verdosos por alrededor de los bordes. Un revoltijo sonó en mi estomagó, la situación se volvía cada vez más incómoda para mí. Posé mis ojos grises al centro de la sala, ahí donde se extendía una gigantesca urna y una camilla de pierda, la habitación se iluminaba verdosa por las llamas, largas y tenebrosas sombras se alzaban por el lugar entero. –Debemos empezar ahora, la bestia no estará quieta por mucho tiempo, acuéstate en la piedra.- La voz de uno de los encapuchados se alzó, mis pasos continuaron hacia enfrente, pronto pude darme cuenta que la fuente de aquella sensación que abrumaba el lugar, provenía de la urna, posicionarme a lado de ella comenzaba a darme un fuerte dolor de cabeza.
La urna comenzó a agitarse bruscamente, un chakra monstruoso expedía desde la urna, Samehada también comenzaba a agitarse un poco, me recosté encima de la cama de piedra tratando de mantener la tranquilidad en mi mente. Los encapuchados comenzaron a rodearme y a realizar diversos sellos acompañados por el recito de un extraño conjuro, o eso parecía pues la urna comenzaba a moverse de forma violenta. Fue hasta ese momento en el que note los pergaminos de sellado que se encontraban impregnados alrededor de la tapa de la urna. Uno a uno se fue desintegrando, deshaciéndose en el aire como si fueran polvo. La urna se abrió de golpe, expulsando una ráfaga de chakra rojizo, alzándose furiosamente como sí se altas flamas se tratarán. De la punta de sus dedos, los encapuchados desplazaron cadenas, envolviéndolas alrededor de la masa de chakra que salía desde el recipiente, un ardor fuerte sobresalió de mi abdomen, pero no era nada de lo que no pudiera controlarme. El poema antiguo continuaba siendo recitado por las lenguas de los encapuchados, en aquella habitación se era capaz de sentir el intento de opresión de chakra, sin la necesidad de contar con las habilidades sensoriales. Furtivamente, la masa de chakra impacto en contra de mí abdomen, comencé a sentir que me invadía y me envolvía, un ardor se recorría desde mi abdomen hasta cada confín de mi cuerpo, al grado de que todas mis células gritaban de dolor. Alcé la vista hacia el pecho, observe mis ropajes quemados y en chakra entrando por mi abdomen a través de un extraño sello que había aparecido. A través de la sensación que me consumía una voz comenzó a resonar en mi cabeza, había comenzado como un leve murmuro, pero el tono de la voz comenzó a aumentar y aumentar hasta que era capaz de resonar por toda mi mente –Así que tú eres mi nuevo contenedor, acabas de ingresar a una pesadilla, JAJAJAJAJAJA!- Por un segundo fui capaz de establecer una conexión superior con Samaheda, como sí algo impulsará mi capacidad, fui capaz de leer sus sentimientos y pensamientos… Se encontraba aterrorizada y yo también, la situación en la que el Hokage me había puesto me carcomía en la duda y ahora más que nunca me encontraba extasiado de saber cuál sería su siguiente paso. El dolor se apaciguó en dado momento, la estruendosa voz que no paraba de reírse también desapareció y fue entonces que a lo lejano, escuche el grito de una mujer, confuso y atontado, el mundo se transformó en un cuadro negro, mis pensamientos absorbieron mi esencia y quedé en un estado totalmente inconsciente.