El País de la Lluvia se caracteriza por sus caminos solitarios a través de los grandes pantanos. Una zona llena de árboles secos casi sacados de una película de terror. El lugar es constantemente azotado por lluvias que lo inundan. No hay un camino correcto para llegar a un determinado lugar, todo se basa el conocimiento del área.

El ocaso estaba por culminar, las nubes rojizas se reflejaban en sus ojos, la lluvia empezó a caer sin parar empapando todo, el olor a tierra mojada era una fragancia un tanto especial que hacía aflorar pensamientos que estaban guardados en lo mas profundo de su ser. La hora estaba próxima, el retorno del exiliado en busca de lo que por derecho le corresponde "Venganza" era lo único para él en esos momentos. Cada paso firme hacía la aldea que lo vio nacer era un paso mas cerca hacía saciar sus ansias de sangre y carne. El joven con gafas púrpura se mantenía en trayecto hacía su destino, las ansias de poder le eran mininas, lo que intrigaba su mente eran las leyendas sobre su ascendencia, personajes con la propiedad de tornas sus ojos carmesí, con habilidades fuera de lo común. Una historia antigua se escabulló entre sus pensamientos, trazada con hilos mentales que se iban enhebrando y dando forma, se dice que el uchiha que asesine a alguien de su aldea natal podrá alcanzar un poder único pero vivirá siempre con una constante oscuridad creciendo en él. - Cosas de niños- dijo el joven. La oscuridad que tanto sus familiares aborrecían yacían en él, el dolor, la falta de recursos, la soledad habían hecho crecer oscuridad dentro de su ser. Las décadas pasaron sin embargo, su físico se mantenía como siempre, esto lo tomó como una señal, tal vez el fue ordenando desde la pre existencia para un propósito bueno o malo.

Es hora del regreso a Iwa - dijo para si mismo, La venganza simplemente era su excusa para poder sobre llevar la soledad, mas no buscaba una familia ni mucho menos amigos, este sujeto simplemente deseaba encontrar el propósito por el cual fue enviado a esta tierra y lo lograría sin importar quien o que se cruce en su camino. El viento sopla incesantemente, sus huellas se iabn borrando paulatinamente por la caida de las gotas de agua sobre el terreno. No había que mirar atrás, no había porque dudar, no era un joven de 20 años, las décadas no habían pasado en vano y era hora de poder demostrar y compartir el dolor que su familia experimento cobrando a Iwa, no sabía con quien se encontraría, sin embargo, sabía que si se su-citara algo estaría listo para poder finiquitar inmediatamente las acciones enemigas.

Sin mas, continuó su camino hacia la roca, dejando las rutas de la lluvia.