Violencia careciente de sentido alguno. A estas alturas, se creería que aquella civilización, que había pasado su bautizo de fuego recientemente, trataría de evitar toda situación que pudiese desenterrar horrores, y rencores, ocultos en la mente de las personas; Todos producto de la misma madre, irracional, e incomprendida. Pero, como en todos lados, hay más de un chiflado que disfruta de los episodios de sangre y dolor, como si esta les causase algún bien imperceptible para las demás personas, o les introdujese en un frenético estado de excitación que solo podría ser saciado por más sangre. Bien podría tratarse de un simple fanfarrón, con aires de grandeza, y un deseo impuesto de llamar la atención de sus superiores. Fuese como fuese, aquella situación prometía un futuro no tan brillante, se traducía como algo que la diplomacia no podría arreglar por su cuenta. Era momento de que la fuerza hiciera lo que mejor sabía hacer: Obligar a los demás, a cumplir la voluntad del más poderoso.

Aquella representación física del poder bruto se negaría a dialogar con la Sombra, demostrando su tosca naturaleza, y sus pocos intereses en llegar a algún tipo de acuerdo. Aquel sujeto solo deseaba causar daño, alegando que los aldeanos que aún no terminaban de abandonar la zona, no habían sido más que carnada, para sacar a Jin de su despacho. El Yamanaka aspiro una bocanada de aire, dejando que este entrase y llenase sus pulmones completamente. –Yo fui el vencedor de esta guerra, Vegeta. Piensa bien tus siguientes movimientos…- La voz del Kazekage continuaría rebotando en la cabeza del criminal, durante el tiempo que quedaba de la batalla. –Es inútil. Has perdido, antes de comenzar a jugar.- La presencia del Tercero aún se encontraba oculta, y esta permanecería así; Sin embargo, el Kisaragi no dejaría de estar atento a su entorno. Aquel criminal podía no estar solo, y tener compañeros listos para asaltar a la Sombra en el momento que esta se distrajese.

Un sonido seco retumbo en el ambiente, interrumpiendo todo lo demás, deteniendo el tiempo, con el simple hecho de existir. Un ciudadano había sido apresado por los brutales brazos de Vegeta, quien acabo con sus extremidades sin vacilar, y acto siguiente: lanzando el cuerpo contra una pared que se derrumbó con el impacto. La llama de la vida que iluminaba el alma de aquel individuo, se apagaría pronto. Ni un shinobi formal podría soportar tan impacto, y salir ileso de ese. –Así que tratas de alterarme… Me temo que no funcionara.- El Kazekage Las manos de Jin se encargaron de desabrochar el seguro de su segundo rollo gigante. *Dos de Tres* Tomando en sus manos dicho rollo, cuyo color era un azul oscuro, estaba decidido a tomar acciones ofensivas, de una vez por todas.

Los aldeanos habían abandonado la zona completamente, en un bullicioso desfile en los que los gritos y el alboroto fueron los protagonistas. El Kazekage ahora era libre de atacar a su adversario, que le había desafiado de la manera más escandalosa posible. Aquel rollo fue lanzado en el aire, dejando que este se extendiese y liberara su contenido: Una andanada de armas de distintas procedencias, formas y tamaños, que cortaban el aire, con una velocidad tal, que el ojo humano no podía percibir. Al mismo tiempo que la lluvia mortal era liberada, el invisible cuerpo de Jin bajaba del edificio de un discreto salto, posicionándose a 20 metros de este (20 metros del edificio, 30 de distancia con respecto a ti) –Ojala no te canses rápido, Vegeta.- Las manos de Jin se juntaron rápidamente, para dar paso a una nueva sucesión de sellos. El ambiente en el desierto de noche era realmente frio; Sin embargo, sus calidos días se verían ridiculizados por la siguiente técnica del Kazekage. La temperatura comenzó a tener un incremento notable, sofocante incluso para las personas del desierto, acostumbradas a temperaturas altísimas. El sudor no tardaría en comenzar a brotar del cuerpo de Vegeta, en un inútil intento de refrescarse a sí mismo.