La lluvia se seguía precipitando por encima de toda la aldea, no había parado desde aquel lúgubre día en el que el alcázar de Konoha se encerró en una barrera y la aldea entera se puso a dormir. Todos hacían preguntas y muy pocos las contestaban, pero hasta el momento todo se había mantenido en suma discreción, los acontecimientos sucedidos eran conocidos solamente por los altos mandos de Konoha. A ese grado me daban ganas de presentarme ante el Hokage, mostrarle y ofrecerle mis habilidades, ofrecerme como la herramienta que me habían creado. Pero aún no era tiempo, a pesar de mi fuerza excepcional superando a los gennin con facilidad, pero aún no tenía el poder necesario para presentarme ante el Hokage, necesitaba experiencia de campo, necesitaba conseguir más fuerza y más poder. Y aquel era el día, había recibido mi primera misión después de haber arribado a Konoha.
Ahí me encontraba, caminando por las calles de Konoha bajo el manto de agua que azotaba la aldea, las gotas de lluvia se desbordaban a través de su gabardina de cuero, mi pelo se empapaba y se me pegaba a la cara. Aquel clima era de mi agrado, la lluvia siempre me hacía recordar mi tierra natal. Después de unos cuántos minutos de caminata, finalmente llegue al domicilio en cuestión, enfrente de mí se encontraba una tienda de baratijas, se veía vieja y arrumbada, el nombre de la tienda en el cartel de afuera se leía borroso y los vidrios se encontraban tan sucios que no se podía ver dentro, sin nada que llamará la atención en especial. -Ahora entiendo un poco.- Y lo hacía, al deudor del banco de Konoha seguramente le iba muy mal con su negocio, tal vez en alguna época de su vida había sido una linda tienda de regalos a la que la gente frecuentaba alegremente, lamentablemente su tiempo había expirado y me habían enviado con la intención de cobrarle. Entré a aquella tienda de golpe, sin dudar de mi objetivo, mis ojos grises observaron al cajero que a su vez era el dueño de la tienda y el deudor, era algo simple de deducir, pues no creía que un establecimiento así se pudiera dar el lujo de la contratación de algún empleado, lo había visto en el expediente. -¡Buenos días! ¿En qué puedo ayudarle? ¿Busca algo en particular?.- El vendedor parecía maravillado con la visita de alguien a su tienda, mas sin embargo no hubo respuesta de mis labios, solo me acercaba paso tras paso hacia el deudor en completo silencio. Él pronto entendió de que se trataba, sus facciones cambiaron por las de preocupación y temor. -Pagaré.-Chilló.-Pagaré el próximo mes, ¡lo juro!.-
-¿En donde guardas el dinero?-
-!No te lo diré, no te lo diré!-
La paciencia se me había terminado, esperaba que el dueño del negocio recapacitará, de lo contrario las cosas se volverían muy malas para él, realicé una secuencia de sellos y la tienda comenzó a nublarse, la niebla se expandió por todo el lugar dejando una visibilidad nula, el dueño gritaba maldiciones e insultos pero solo tuve que hacer un movimiento para hacerlo callar, el filo del kunai en su garganta lo hizo tragar su propia saliva de golpe, intento emitir algo parecido a un chillido y su cuerpo comenzo a tiritar. -¿En donde guardas el dinero.-
-En la caja fuerte de atrás en mi oficina, la combinación es 34-57-43-56.- Dijo el deudor con lagrimas en los ojos, antes de caer de rodillas, no se escucho nada más, el deudor se quedó ahí paralizado en la niebla y entonces, se desvaneció y con ella mi persona. Al salir finalmente observaba el cielo esclarecerse un poco, la lluvia se había detenido, pero aún se olía la humedad por todos lados, tome un respiro de aquel embriagante aroma. "Este es un buen clima." Comencé a caminar tranquilamente a través de las calles de Konoha, tomando rumbo hacia el banco. Una vez que entregue el dinero tome rumbo a cobrar la recompesa de mi misión, pero algo me detuvo por un instante. ¿Qué tan fuerte era? Toque el mango de Samehada y la empuñe alzándola al aire, tan solo para recibir el ataque de las cuchillas de Samehada, aquellas que atacaban a todo el que la empuñara y está no lo aceptará. Necesito hacerme mas fuerte para ser digno para ser digno de usar a Samehada, debo entrenar.